Movimiento libre: dos palabras que nos abandonan al hacernos adultos.
Estaba buscando imágenes en google para mi próximo taller y me llamó la atención que al colocar movimiento libre en el buscador, solo aparecían imágenes de bebés.
Es curioso pensar que los bebés son los únicos que tienen derecho a experimentar el movimiento libre, como si estas cualidades pertenecieran exclusivamente a esta etapa y fuera completamente normal que se perdieran con el paso de los años.
Para muchas personas existe la creencia de que la correcta madurez es reemplazar el movimiento vivo por posturas rígidas e ideas fijas, donde es muy mal visto trepar un árbol sin miedo a caer, o es tonto correr solo por el placer de hacerlo y no por competir, o ir al piso y reír es de gente loca que no tiene cuidado de su salud y el único movimiento permitido para los adultos, son las repeticiones mecánicas que se practican en los gimnasios.
¿En qué momento renunciamos a las dos cosas más básicas de la experiencia humana como lo son el movimiento y la libertad, para construir la apariencia de una madurez ¨correcta¨, rígida, poco grácil, sobre-esforzada y con el tiempo dolorosa?
¿Por qué permitimos silenciar nuestro movimiento orgánico y espontáneo y esperar a que alguien nos enseñe la manera ¨correcta¨ de movernos? ¿Qué es lo que nos lleva a elegir la prisión de la inmovilidad y el dolor en lugar del movimiento vivo y libre?
Desde que entramos al colegio o escuela nos sentamos en una silla dura e incómoda por aproximadamente 6 horas. Repitiendo esto todos los días, se nos introduce en el cuerpo y la mente la idea de que el estar quietos e inmóviles, favorece las maneras correctas y las buenas costumbres que serán determinantes para una adultez exitosa.
Estas ideas inducidas, poco a poco, determinan la manera de cómo usamos nuestro cuerpo en la vida cotidiana, hasta que bailar, ir al piso o trepar un árbol, no solo se convierten en acciones imposibles, sino también peligrosas y a veces, de mal gusto.
Adoptamos las ideas de los demás como propias y renunciamos a nuestro propio poder de movernos en libertad, desatando el dolor en un cuerpo que pide a gritos volver a moverse, pues para eso fue diseñado.
El Dr. Feldenkrais dedicó su investigación científica en crear un método que es capaz de regresar la vida al movimiento desde la experiencia misma de la movilidad consciente. Un camino que sin duda invita a la observación profunda de sí mism@ para restablecer la movilidad libre, la misma de la que gozamos cuando fuimos bebés.
El Dr. Feldenkrais decía: Yo no busco cuerpos flexibles, busco mentes flexibles.
Para aprovechar todo el beneficio de la movilidad consciente creada por este genio que puso a la ciencia al servicio del bienestar humano, es necesario convertirnos en nuestro propio objeto de investigación, sumergirnos en la experiencia del movimiento vivo, para poder pensarnos y movernos de forma distinta y funcional. Comenzar a hacernos otras preguntas, para que aparezcan nuevas respuestas: ¿Una adultez libre y espontánea es posible? ¿Es acaso la rigidez la que está creando mi dolor en mi espalda? ¿Qué tan amable soy conmigo mism@? ¿Qué tanto puedo aprender de mis sensaciones? ¿Me gustaría gustarme mas a mi mism@? ¿Hay una manera más fácil y amable de vivir la vida? ¿Qué tan dispuest@ estoy a probar algo nuevo?¿Cómo es el funcionamiento orgánico de mi espalda? ¿Qué partes de mi espalda están rígidas? ¿Es posible cambiar mi manera de pensar?
Preguntarse esto, no es algo que haga la mayoría de personas, pero para ti, que quieres recuperar la espontaneidad de tu movimiento a otro nivel, preparé una clase basada en el método Feldenkrais que está dedicada a restablecer la movilidad de tu espalda. Son apenas unos minutos que pueden cambiar la percepción de tu mundo a un lado y otro, además de regresarte a una espalda que se mueve libre y joven.
Haz la clase, déjame tus comentarios y si te gustó, comparte, te estaré muy agradecida!
Quién escribe este artículo?
… y aprendí a vivir en un cuerpo que se mueve sin esfuerzo ni dolor. Soy Maestra en danza. Me lesione severamente durante mi entrenamiento y tuve que dejar de bailar. En mi búsqueda por mejorar conocí el método Feldenkrais. Fue definitivo. Clase tras clase en dolor disminuyó, mejoré y adivina qué, volví a bailar.
Me certifiqué internacionalmente como maestra del Método Feldenkrais. Mi trabajo ahora consiste en que cada persona pueda, al igual que yo, experimentar el cambio y la mejoría en su cuerpo desde la amabilidad, la facilidad y la eficacia del movimiento consciente.